Patrones: Por qué no puedes dejar de dibujarlos en tus cuadernos
Probablemente lo has hecho mil veces: estás en clase, escuchando (o no tanto), y tu mano empieza a dibujar sola. Líneas paralelas, espirales, cuadraditos que se repiten, círculos dentro de círculos. No estás dibujando nada en particular, solo... patrones. Y de repente te das cuenta de que has llenado media hoja con diseños que se repiten hipnóticamente.
¿Te has preguntado alguna vez por qué hacemos eso? ¿Por qué nos resulta tan satisfactorio dibujar formas que se repiten? ¿Y por qué esos mismos patrones aparecen en las conchas marinas, en los panales de abejas, en las aplicaciones que usas todos los días y en los tatuajes que se hace la gente?
La respuesta es fascinante: los patrones son el lenguaje secreto que conecta a todos los seres humanos con la naturaleza y entre nosotros. Son algo así como el código fuente de la realidad, y tu cerebro está programado para reconocerlos, crearlos y obsesionarse con ellos. Este ensayo explora por qué los patrones están en todas partes, cómo han sido la base del arte humano desde siempre, y por qué dibujarlos te hace sentir bien.
Antes de que existiera Instagram, antes de Photoshop, antes incluso de que los humanos empezáramos a pintar en las cuevas, la naturaleza ya estaba creando diseños alucinantes. Y lo más increíble es que no lo hace "porque sí": cada patrón en la naturaleza tiene una razón de ser.
Las rayas de las cebras confunden a los depredadores cuando corren en manada. Los hexágonos de las colmenas son la forma más eficiente de almacenar miel usando la menor cantidad de cera posible. Las espirales de las conchas de caracol les permiten crecer sin tener que reconstruir toda su casa cada vez que aumentan de tamaño. La naturaleza es básicamente el mejor diseñador del universo, y lleva haciéndolo durante millones de años.
Un científico llamado D'Arcy Thompson demostró hace más de cien años que todas estas formas no son aleatorias: obedecen a leyes matemáticas. Sí, matemáticas. Las mismas que te parecen aburridas en clase son las que crean las formas más hermosas del planeta. Los girasoles organizan sus semillas siguiendo una secuencia de números llamada Fibonacci (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13...) que crea espirales perfectas. Los copos de nieve forman hexágonos porque así se acomodan las moléculas de agua al congelarse. Todo tiene sentido si sabes mirar.
¿Y por qué nos importa esto a los humanos? Porque nuestro cerebro está diseñado para detectar patrones. Literalmente. Durante millones de años, los humanos que podían reconocer patrones sobrevivían mejor: veían el patrón de huellas de un depredador, reconocían qué plantas eran venenosas por sus formas, sabían cuándo iba a cambiar el clima por las nubes. Los que no reconocían patrones... bueno, no tuvieron descendencia.
Así que cuando ves un patrón, tu cerebro básicamente te da un premio químico, una pequeña dosis de satisfacción que dice "¡bien hecho, has encontrado orden en el caos!". Por eso es tan adictivo mirar mandalas, jugar al Tetris o ver esos vídeos hipnóticos de máquinas haciendo cosas repetitivas. Tu cerebro ancestral celebra cada patrón que encuentra.
Hace unos 75.000 años, alguien en lo que hoy es Sudáfrica agarró un trozo de piedra roja y grabó líneas paralelas formando un patrón de rombos. No era un dibujo de un animal ni de una persona. Solo un patrón. Y era hermoso.
Eso es lo alucinante: los primeros "artistas" humanos no empezaron dibujando bisontes realistas o selfies de la Edad de Piedra. Empezaron con patrones abstractos. Líneas, puntos, zigzags, espirales. Las mismas formas que ves en la naturaleza.
Cuando los humanos inventamos la cerámica, explotó la creatividad con los patrones. Cada cultura antigua tenía sus diseños favoritos: ondas, redes, espirales, escaleras. Y aquí viene lo interesante: aunque estas culturas estaban a miles de kilómetros de distancia y nunca tuvieron contacto entre ellas, todas usaban formas parecidas. Los egipcios, los chinos, los mayas, todos tenían espirales. Todos tenían zigzags. Todos tenían simetrías.
¿Por qué? Porque todos miraban la misma naturaleza: las olas del agua, los troncos de los árboles, las telarañas, las montañas. Y porque todos tenían cerebros humanos que funcionan igual. Hay algo en las formas básicas que nos habla directamente, sin necesidad de palabras o de cultura. Es un lenguaje universal.
Piénsalo así: si te encuentras con alguien que no habla tu idioma, no pueden comunicarse con palabras. Pero si ambos dibujan una espiral, ambos reconocen la belleza de esa forma. El patrón trasciende el lenguaje.
Aunque las formas básicas son universales, cada cultura las ha remezclado de maneras únicas. Es como si todos tuviéramos los mismos ingredientes pero cada uno cocinara un plato diferente.
Los árabes medievales crearon algunos de los patrones más complejos de la historia en lugares como la Alhambra en España. Si alguna vez has visto esos diseños islámicos con formas geométricas que se repiten hasta el infinito, sabrás de qué hablo. Lo increíble es que estos diseños están basados en matemáticas súper avanzadas que ni siquiera los europeos de esa época entendían completamente. Para los artistas islámicos, estos patrones no eran solo decoración: representaban la infinitud de Dios. Cada repetición simbolizaba que lo divino no tiene fin.
Mientras tanto, en China, los artistas creaban patrones de nubes, dragones y olas que parecían fluir y moverse. No intentaban copiar exactamente la naturaleza, sino capturar su energía, su ritmo. Es como si cada pincelada fuera una nota musical y el patrón completo fuera una canción visual.
En América, los mayas y aztecas desarrollaron patrones que eran también calendarios y mapas del universo. Esas grecas escalonadas que ves en las pirámides no son solo diseño: representan el movimiento del sol, los ciclos de la vida y la muerte. Cada escalón cuenta una historia.
En África, los patrones textiles como el Kente de Ghana usan colores y formas para comunicar mensajes. Cada combinación de colores y diseños tiene un significado: historia familiar, estatus, eventos importantes. Es como llevar tu biografía tejida en la ropa.
Y en Japón, los patrones llamados "wagara" incluyen diseños de olas (seigaiha), flores de cerezo, nubes y muchos más, cada uno con siglos de historia y significado cultural.
Lo fascinante es que todos estos estilos tan diferentes comparten algo: usan la repetición, el ritmo y la simetría para crear algo que va más allá de lo decorativo. Los patrones son una forma de expresar ideas complejas sin palabras.
En el siglo XIX, un tipo llamado William Morris estaba harto de la Revolución Industrial. Pensaba que las fábricas estaban haciendo todo feo y desalmado, así que creó diseños de papel tapiz con patrones de flores y hojas super detallados. Su idea era reconectar a la gente con la naturaleza a través del arte. Sus diseños todavía se usan hoy (probablemente los has visto en alguna cafetería hipster).
Pero quien realmente llevó los patrones a otro nivel fue M.C. Escher. Este artista holandés creaba patrones donde los peces se transformaban en pájaros, las escaleras subían eternamente sin llegar a ninguna parte, y las manos se dibujaban a sí mismas. Sus obras son básicamente memes visuales del siglo XX que rompen tu cerebro de la mejor manera posible. Escher demostró que los patrones pueden ser portales a mundos imposibles.
En los años 60, el movimiento Op Art (arte óptico) llevó los patrones al máximo. Artistas como Bridget Riley creaban cuadros con líneas onduladas que literalmente parecen moverse cuando las miras. No hay trucos digitales, solo patrones tan perfectamente calculados que hacen cortocircuito en tu sistema visual. Es como una ilusión óptica pero que es arte de verdad.
Y luego está Yayoi Kusama, la artista japonesa que cubre TODO con puntos. Habitaciones enteras, calabazas gigantes, a sí misma. Para ella, crear patrones de puntos es una forma de controlar su ansiedad y sus alucinaciones. Convirtió algo que podría ser un problema en su estilo artístico único, y ahora es una de las artistas más famosas del mundo. Sus instalaciones son súper instagrameables, lo cual probablemente ella encuentra irónico porque empezó a hacer esto en los años 60, mucho antes de las redes sociales.
Aquí viene la parte que probablemente más te interesa: ¿por qué dibujar patrones te hace sentir bien?
Hay un psicólogo llamado Mihály Csíkszentmihályi (sí, ese nombre es difícil, todos lo llamamos simplemente "el tipo del flow") que estudió un estado mental especial donde pierdes la noción del tiempo porque estás súper concentrado en lo que haces. Lo llaman "fluir" o "flow". Es ese momento cuando juegas a tu videojuego favorito y de repente han pasado tres horas pero te parecieron veinte minutos. O cuando dibujas y todo lo demás desaparece.
Dibujar patrones es una de las mejores formas de entrar en ese estado. ¿Por qué? Porque es lo suficientemente fácil como para que no te estreses, pero lo suficientemente interesante como para mantener tu atención. Tu mente no puede divagar y ponerse ansiosa porque está ocupada repitiendo la forma siguiente. Es como meditar, pero más divertido.
De hecho, los monjes budistas tibetanos hacen algo parecido cuando crean mandalas con arena de colores. Pasan días o incluso semanas colocando cada granito de arena formando patrones súper complejos y hermosos. Y cuando terminan, los destruyen. Sí, los destruyen a propósito. Porque el punto no es el resultado final sino el proceso de hacerlo. Cada granito de arena es un momento de concentración total, de estar completamente presente.
En Occidente ha surgido algo llamado "zentangle", que básicamente es el arte de dibujar patrones abstractos para relajarte. No necesitas saber dibujar, no hay formas "correctas" o "incorrectas", solo dejas que tu mano cree patrones mientras tu mente se calma. Es como una meditación con rotulador.
La ciencia está empezando a entender por qué funciona. Cuando haces algo repetitivo pero que requiere un poquito de atención, activas partes de tu cerebro relacionadas con la calma y apagas las partes relacionadas con la ansiedad. Es por eso que tejer, colorear mandalas o incluso hacer puzzles te relaja: son todas formas de crear o seguir patrones.
Y hay más: cuando dibujas patrones a mano (no en el iPad, sino con lápiz y papel), la velocidad de tus movimientos se sincroniza naturalmente con tu respiración. Sin darte cuenta, empiezas a respirar más lento y profundo. Es básicamente un hack para tu sistema nervioso.
Los patrones no son solo visuales. Están literalmente en TODO lo que te rodea.
En la música:
Cada canción que escuchas está construida con patrones. El ritmo de la batería es un patrón que se repite. El estribillo vuelve una y otra vez (eso también es un patrón). Los productores musicales como Steve Reich o los que hacen música electrónica juegan con patrones que se repiten con pequeñas variaciones que te enganchan. Por eso hay canciones que no puedes sacarte de la cabeza: tu cerebro queda atrapado en el patrón.
En los videojuegos:
Minecraft es básicamente un simulador de patrones gigante. Construyes con bloques que se repiten, creas texturas y patrones en tus edificios. Los juegos como Tetris, Candy Crush o cualquier puzzle son adictivos porque explotan tu necesidad cerebral de completar patrones y resolver secuencias. Cada vez que alineas tres caramelos del mismo color, tu cerebro libera dopamina. Es el mismo mecanismo que hacía que tus ancestros se sintieran bien al reconocer patrones para sobrevivir.
En la arquitectura:
Mira cualquier edificio a tu alrededor. Las ventanas se repiten en patrones. Los ladrillos forman patrones. Los edificios modernos juegan con patrones de luz y sombra. Algunos arquitectos contemporáneos diseñan fachadas con patrones fractales (formas que se repiten a diferentes escalas, como los copos de nieve) que son matemáticamente complejos pero visualmente hipnóticos.
En el diseño de apps:
Cada aplicación que usas está diseñada con patrones. Los iconos se organizan en grids (cuadrículas), los menús siguen patrones predecibles para que sepas dónde encontrar las cosas. El buen diseño es invisible porque sigue patrones que tu cerebro ya conoce.
En la moda:
Los estampados de ropa son patrones. Desde las rayas básicas hasta los diseños tribales, desde el animal print hasta los cuadros escoceses, todo son patrones que diferentes culturas han desarrollado y que luego se ponen de moda, pasan de moda y vuelven en ciclos... que también son patrones, pero temporales.
En las redes sociales:
El scroll infinito de TikTok o Instagram es un patrón que explota tu psicología. Deslizar, ver, deslizar, ver. Es un patrón repetitivo que puede engancharte porque cada "recompensa" (un vídeo gracioso, una imagen bonita) viene en intervalos impredecibles, lo cual es super adictivo. Los casinos usan el mismo principio.
Hoy en día, los patrones han entrado en una nueva dimensión gracias a la tecnología. Hay artistas digitales que crean patrones usando código. Escriben instrucciones matemáticas y el ordenador genera diseños que nadie ha visto antes pero que siguen siendo hermosos porque obedecen las mismas reglas que los patrones naturales.
Aplicaciones como Processing o p5.js permiten a cualquiera crear arte generativo: patrones que evolucionan, se mueven y cambian. Algunos artistas crean NFTs con patrones que nunca se repiten exactamente igual. Es como si la naturaleza misma estuviera creando arte digital.
Pero aquí hay algo curioso: justo cuando la tecnología nos permite crear patrones perfectos al instante, la gente está redescubriendo el placer de hacerlos a mano. Los libros de colorear para adultos están de moda. Los bullet journals llenos de patrones dibujados a mano son trending en Pinterest. La gente compra rotuladores finos específicamente para dibujar patrones en sus cuadernos.
¿Por qué? Porque hay algo en el proceso lento, imperfecto y manual de crear un patrón que la perfección digital no puede replicar. Es la diferencia entre generar una imagen perfecta con IA en dos segundos o pasar una tarde dibujando. Ambas cosas tienen valor, pero son experiencias completamente diferentes.
Es como la diferencia entre ver un speedrun de un videojuego y jugarlo tú mismo. Técnicamente el resultado final (completar el juego) es el mismo, pero la experiencia y lo que obtienes de ella son totalmente distintos.
Volvamos al principio: tú, en clase, dibujando esos garabatos repetitivos sin pensarlo mucho. Ahora ya sabes que no estás perdiendo el tiempo. Estás conectando con algo profundo en tu cerebro, algo que los humanos hemos estado haciendo durante 75.000 años, algo que está inscrito en la naturaleza misma del universo.
Los patrones son tu forma de dialogar con la realidad. Cuando creas un patrón, aunque sea simple, estás participando en el mismo proceso que crea las galaxias, los copos de nieve y tu propio ADN. Estás imponiendo orden al caos, encontrando belleza en la repetición, y dando a tu cerebro ansioso algo en lo que concentrarse que no son tus problemas.
En un mundo que va a mil por hora, lleno de notificaciones, deadlines y drama constante, sentarte a dibujar un patrón es casi un acto revolucionario. Es decir: "Voy a ir despacio. Voy a concentrarme en algo simple. Voy a crear belleza sin ningún otro propósito que el proceso mismo".
Y lo mejor de todo: no necesitas talento especial para hacerlo. No hay patrones "buenos" o "malos". No tienes que ser el próximo Escher o la siguiente Kusama. Solo necesitas un bolígrafo y papel (o una tablet, o arena en la playa, o lo que sea). Los patrones son democráticos: están disponibles para todos.
Así que la próxima vez que te encuentres dibujando automáticamente mientras piensas en otra cosa, detente un momento y míralo. Observa cómo tu cerebro naturalmente busca simetría, repetición, ritmo. Date cuenta de cómo te sientes mientras lo haces. Probablemente más tranquilo que hace cinco minutos.
Los patrones son el recordatorio de que no todo tiene que ser complicado para ser profundo. A veces, las cosas más simples—una línea que se repite, un círculo dentro de otro círculo, una forma que vuelve una y otra vez—son las más poderosas.
Y sí, definitivamente deberías prestar atención en clase. Pero si tu mano empieza a dibujar patrones en los márgenes de tu cuaderno, no te sientas mal. Estás practicando un arte de 75.000 años de antigüedad. Estás entrenando tu cerebro para encontrar orden. Estás creando belleza.
Estás siendo humano en su forma más pura.
Apps y herramientas:
- Procreate (iPad): para crear patrones digitales increíbles
- Pigment o Colorfy: apps de colorear con patrones complejos
- Silk (weavesilk.com): crea patrones simétricos hipnóticos gratis online
- p5.js (p5js.org): aprende a crear arte generativo con código
Artistas para seguir:
- Yayoi Kusama: busca sus instalaciones de infinity rooms
- M.C. Escher: sus trabajos imposibles siguen siendo alucinantes
- Joshua Davis: artista digital que crea patrones con código
- Atlas Stratosphere en Instagram: patrones geométricos modernos
Libros y lecturas:
- The Art of Zentangle - para aprender técnicas de patrones meditativos
- Hello World de Hannah Fry - sobre cómo los algoritmos crean patrones en tu vida
- Symmetry: A Journey into the Patterns of Nature de Marcus du Sautoy
Experimentos para hacer:
- Dibuja un patrón durante 15 minutos antes de dormir durante una semana y observa si duermes mejor
- Crea un patrón inspirado en algo de la naturaleza cerca de ti
- Diseña un patrón que represente tu personalidad o tu estado de ánimo
- Intenta recrear patrones de diferentes culturas y aprende su significado
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