No podía ser mas irónica la relación que esta mujer tiene con el arte y el performance en específico. Mónica Mayer define el montaje como una forma congruente de reflexionar sobre la vida, pero también se ríe de cada acto en el que hombres y mujeres se vuelven los objetos de los que el espectador se mofa. La autora que se burla del performance haciendo performance es una artista conceptual, investigadora y crítica de arte -pero sobre todo feminista- que ha definido por cuenta propia el acto de convertirse en un medio para crear acción y reacción.
Tal definición está basada en la experiencia que la artista ha tenido en proyectos individuales y colectivos en diversos performance en México y el extranjero. Entre sus actos más polémicos y por lo tanto recordados, están los que formaron parte de una exposición en el museo de Arte Moderno en 1978. Se tituló “El Tendedero”, pues el montaje era literalmente un tendedero de papeles en los que el espectador era invitado a escribir su respuesta a la interpelación: “Como mujer lo que más detesto de la ciudad es…”. Todas esas contestaciones fueron colgadas en cuerdas y alambres, tal cual como se tiende la ropa para secar, y al ver todas las denuncias anónimas que decenas de mujeres se atrevieron a hacer durante el performance reunidas en un mismo espacio, la artista descubrió el impacto de estos proyectos.
Otro de los actos más interesantes en los que Mayer intentó que un hombre, por primera vez, se pusiera en los zapatos de una mujer fue “Polvo de Gallina Negra”. Un acto en el cual Mónica y otra artista, Maris Bustamante, entraron a un set de televisión con un carrito del supermercado y dos panzas ortopédicas debajo de la blusa. Dentro del carro llevaban una más con la que querían hacerle sentir los síntomas del embarazo al conductor del programa. Ellas le colocaron la panza, le lanzaron encima polvos de gallina negra y comenzaron a actuar como si el conductor fuera una verdadera madre primeriza.
El objetivo de estos y muchos de sus representaciones, algunas de sus publicaciones literarias y varios de sus análisis y ensayos, se basan en la posición como activista femenina que Mayer ha tenido desde el inicio de su carrera. La feminista publicó un texto sobre cómo el performance de otros y hasta el de sus propios colaboradores le causan risa. A pesar de que su obra de carácter feminista, político y conceptual siempre ha mezclado lo visual, el texto, la vida, el humor y por supuesto estos actos en los que su cuerpo es parte del cuadro, Mayer ha dejado claro que encuentra divertido ver a un par de hombres haciendo tonteras para explicar un tema complejo e importante.
Por sorpresa esta burla no tiene una connotación negativa, sino de una reacción sincera y necesaria para la artista mexicana. “Hago performance porque hay cosas que sólo se pueden decir a través de esta manera de pensar la vida”. Dijo la activista en una de la muchas entrevistas que se le hicieron para comprender mejor su obra. Durante la sesión de preguntas y respuestas ella también aclaró que el performance que más le interesaba era el que rompía con las definiciones y los formatos tradicionales.
“Ver a Boris Nieslony, un hombre maduro, vestido de negro, tirado en la calle metiéndose semillas por la oreja, me da risa. Me intriga saber por qué hace eso justamente enfrente de la casa de Marcos Kurtycz, que fuera uno de los pioneros del performance en México. Semillas-cerebro-suelo-plantar. Las asociaciones me hacen cosquillas”. Con esas palabras abre su ensayo para hablar sobre cómo esta corriente artística la divierte, pero al mismo tiempo la hace sentirse orgullosa y tranquila con el trabajo de artistas que persiguen sus obsesiones sólo para poder hacer una reflexión congruente de su propia vida.
En una parte de su texto “Performancelogía”, título que le dio a esta reflexión sobre arte, performance y performancistas, habla sobre la insólita respuesta del espectador ante una acto como éstos. En primer lugar nunca se sabe si el público se involucrará o evadirá completamente el montaje; pero la mejor parte, de acuerdo con Mayer, es cuando aparecen las representaciones involuntarias. Por ejemplo, los policías que intentan detener actos artísticos. “Venían en parejas o tríos y todos siempre apuntaban en detalle nuestras respuestas. ¿Alguien ha visto mejor performance que tres policías tomando dictado? Cada vez me daba más risa: ¿Habrá alguna razón para que todos tengan que apuntar lo mismo?” Monica escribió en medio de su ensayo.
Además de las instalaciones en museos, Mayer siempre se ha interesado en el performance callejero. Para ella, el hecho de insertarse en la realidad e intervenirla es un reto mucho mayor que presentar un espectáculo para el que se construyó un ambiente que al final del día es falso. Por esa razón la artista explica que a veces el performancesurge de la nada, sin planeaciones ni objetivos artísticos. “Por ejemplo, al llegar a la Plaza Río de Janeiro, varios trabajadores limpiaban la fuente enérgicamente. Formados en fila, empujaban el agua con enormes jaladores hechos de madera. Se movían al unísono”. Explicó la autora en su texto.
La intención de ser una mujer que hace performance y a la vez dice “el performance me da risa” es la de expresar de manera humorística que este acto se trata de completa libertad para ser creativo. El performance, de cuerdo con la artista feminista, es una oportunidad para presentarse al mundo tal cual se es. Sin resistencias, ni barreras culturales, con integración y a la expectativa del siguiente encuentro con el mundo a través del arte.
**
Referencia:
Performancelogía
En una parte de su texto “Performancelogía”, título que le dio a esta reflexión sobre arte, performance y performancistas, habla sobre la insólita respuesta del espectador ante una acto como éstos. En primer lugar nunca se sabe si el público se involucrará o evadirá completamente el montaje; pero la mejor parte, de acuerdo con Mayer, es cuando aparecen las representaciones involuntarias. Por ejemplo, los policías que intentan detener actos artísticos. “Venían en parejas o tríos y todos siempre apuntaban en detalle nuestras respuestas. ¿Alguien ha visto mejor performance que tres policías tomando dictado? Cada vez me daba más risa: ¿Habrá alguna razón para que todos tengan que apuntar lo mismo?” Monica escribió en medio de su ensayo.
Además de las instalaciones en museos, Mayer siempre se ha interesado en el performance callejero. Para ella, el hecho de insertarse en la realidad e intervenirla es un reto mucho mayor que presentar un espectáculo para el que se construyó un ambiente que al final del día es falso. Por esa razón la artista explica que a veces el performancesurge de la nada, sin planeaciones ni objetivos artísticos. “Por ejemplo, al llegar a la Plaza Río de Janeiro, varios trabajadores limpiaban la fuente enérgicamente. Formados en fila, empujaban el agua con enormes jaladores hechos de madera. Se movían al unísono”. Explicó la autora en su texto.
La intención de ser una mujer que hace performance y a la vez dice “el performance me da risa” es la de expresar de manera humorística que este acto se trata de completa libertad para ser creativo. El performance, de cuerdo con la artista feminista, es una oportunidad para presentarse al mundo tal cual se es. Sin resistencias, ni barreras culturales, con integración y a la expectativa del siguiente encuentro con el mundo a través del arte.
**
Referencia:
Performancelogía
No hay comentarios:
Publicar un comentario